Pastoral afromexicana

La Pastoral Afroamericana es cada vez más aceptada en la Iglesia, y los afro asumen más activamente su evangelización como una acción del Espíritu, con una clara dimensión de familia extendida, a la que se vinculan, no solo los pueblos afro, sino quienes trabajan por la dignificación del ser humano.

México tiene una fuerte deuda social para con la población afromexicana, no sólo por el contexto de esclavitud en que la comunidad llegó al país y la discriminación que actualmente padece, sino también porque suele ignorarse el hecho de que han enriquecido y transformado a la sociedad mexicana más allá del periodo virreinal. Lamentablemente, su presencia en los libros de texto y, en general, obras de divulgación histórica, es muy reducida y apenas se les menciona como parte del orden colonial. Así, en vísperas del mes patrio por excelencia, no podemos olvidar que la “nación azteca” en realidad tiene, cuando menos, cuatro raíces: indígena, española, africana y asiática. Esta invisibilidad trasciende los libros de historia y facilita la violación de sus derechos y libertades. Además, aumenta su vulnerabilidad, fomenta su exclusión y la discriminación que viven para acceder a sus derechos más fundamentales y mejores oportunidades. En este marco se insertan los reclamos de pueblos indígenas y afrodescendientes por contar con estadísticas confiables sobre el número de personas que los conforman para exigir la atención del Estado y la satisfacción de sus demandas sociales y políticas.

En contraste a la cuestionable acción estatal, la Iglesia Católica latinoamericana ha dado pasos sólidos en pos de visibilizar a la población afroamericana. Así, en Medellín (1968) se reconoció su identidad cultural y se identificó su cultura como objeto de la acción misionera bajo los parámetros de la inculturación del Evangelio. Y Puebla (1979) fue el detonante para configurar una pastoral específicamente orientada a los afroamericanos del continente. Esta acción fue reafirmada por las palabras de San Juan Pablo II, dichas por primera vez en su visita a la isla de Gorée , sede de la primera casa de esclavos: La visita a la Casa de los Esclavos nos trae a la memoria esa trata de negros que Pío II, en una carta dirigida a un misionero que partía hacia Guinea, califica de "crimen enorme". Durante todo un período de la historia del continente africano, hombres, mujeres y niños fueron traídos aquí, arrancados de su tierra y separados de sus familias para ser vendidos como mercancía. Estos hombres y mujeres han sido víctimas de un vergonzoso comercio en el que han tomado parte personas bautizadas que no han vivido según su fe. ¿Cómo olvidar los enormes sufrimientos infligidos a la población deportada del continente africano, despreciando los derechos humanos más elementales? ¿Cómo olvidar las vidas humanas aniquiladas por la esclavitud? Hay que confesar con toda verdad y humildad este pecado del hombre contra el hombre. Con estos antecedentes, la preocupación por una pastoral afrodescendiente formó parte integral de los objetivos de la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano celebrada en Santo Domingo en 1992, donde los problemas y situación de las y los afroamericanos fueron tenidos en cuenta en todos sus comunicados y conclusiones. Por ello, a partir de ese momento han sido frecuentes y diversos los esfuerzos para incluir plenamente a la población afrodescendiente a la Iglesia y de inculturar el Evangelio en su vida y tradiciones. Un ejemplo de ello fue el reciente encuentro del Secretariado de Pastoral Afroamericana y Caribeña (SEPAC) en el que participaron más de 300 personas provenientes de todo el continente y donde se evidenció el aumento del número de obispos que acompañan a las comunidades afro. En dicho encuentro se analizaron los retos, compromisos y perspectivas que afronta la pastoral en la región y, además, se discutieron los temas y la logística del XV Encuentro de Pastoral Afroamericana, a realizarse próximamente en Puerto Escondido. Cabe mencionar que esta diócesis mexicana fue la primera en nuestro país en contemplar la dimensión de la pastoral afro y actualmente cuenta con 8 parroquias comprometidas plenamente con la comunidad afrodescendiente. 

Como cristianos debemos sumarnos a estos esfuerzos y empeñarnos en acabar con el descarte en sus múltiples expresiones. Para ello, denunciemos las injusticias, dialoguemos con el pasado y cuestionemos al presente para alcanzar una verdadera sociedad justa a la luz del Evangelio. Para lo cual, la voz de las comunidades afrodescendientes es fundamental.

David Eduardo Vilchis Carrillo

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